El Palacio de la Diputación de Bizkaia es un edificio clave en la
arquitectura contemporánea del País Vasco porque constituye una de las
expresiones más notables y acabadas del eclecticismo.
El proyecto fue confiado en 1890 a Luis Aladrén quien no accedió al
encargo por concurso, sino por elección de la Diputación entre los siete
seleccionados por la Academia de San Fernando, la responsable de
dirimir el concurso. Su proyecto no defraudó porque su gran suntuosidad y
abigarramiento decorativo se adecuaba perfectamente a la necesidad
sentida por la burguesía bizkaina de expresar en su nueva sede la
pujanza y el auge económico de la provincia. Las obras, cuyo
presupuesto se elevó a un millón doscientas mil pesetas, se iniciaron en
1890 y no se finalizaron hasta 1900.
Aladrén lamenta en la memoria del proyecto no haber podido contar con un
mejor solar, por ejemplo una plaza que le permitiese amplias vistas. La
Diputación compró el terreno de la Gran Vía, una vez fracasadas las
negociaciones con los señores Zabálburu para levantar el edificio en los
jardines de Albia, emplazamiento que hubiera colmado las apetencias de
cualquier arquitecto y de la propia Diputación.
El edificio se resuelve en lenguaje ecléctico caracterizado por combinar
y reelaborar muy libremente los elementos del lenguaje clasicista hasta
el punto de difuminar las huellas de las referencias. Con la Diputación
el eclecticismo en Bizkaia alcanzó su máximo cenit, pero a la vez fue
su canto de cisne
porque a partir de 1900, fecha de finalización de las obras, la
corriente modernista llega a la arquitectura bizkaina.
El eclecticismo de la Diputación descuella por el acierto en el manejo
del lenguaje para la fijación de su imagen urbana, como lo exigía un
edificio representativo en un solar que no era favorable por disponerse
alineado en una calle. El acierto vino de la mano de tres aspectos: a)
en lo compositivo del énfasis del eje principal, que aparece ligeramente
adelantado y presenta la característica articulación de pórtico que
sirve en el piso principal de balcón de la Corporación en los actos
públicos, logia de tres vanos de gran formato y el escudo de la
provincia como remate del eje; b) la definición de un volumen compacto
de potentes lienzos; c) la ornamentación muy estudiada para favorecer la
ruptura de la estaticidad de la masa, lo que se consigue con los duros
almohadillados, los efectos texturales de la piedra, las potentes
impostas, el contraste entre horizontalidad y verticalidad y el
repertorio decorativo clasicista: balaustres, óculos y frontones
triangulares
con decoración vegetal que descasan sobre semicolumnas.
El diseño de los interiores responde al mismo recargamiento decorativo
exterior y constituye un excelente muestrario del esplendor de las artes
aplicadas de la época en Bizkaia: mármoles, maderas, estucos, espejos,
escayolas, jarrones, cerámicas, vidrieras, etc. En este apartado hay que
resaltar
asimismo, las pinturas de los techos realizadas por los pintores José
Echenagusia, Anselmo Guinea y Alvaro Alcalá Galiano, los tres paneles
cerámicos de Daniel Zuloaga y la vidriera de la escalera principal de
Anselmo Guinea
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